Las cosas pequeñas cuentan
Normalmente se suele despreciar o banalizar las cosas pequeñas, la moneda de un céntimo que se cae no se recoge porque no vale nada, un pedazo de madera que sobra, un pedazo de tela que también sobra, se recortan ciertos alimentos en lugar de pelarlos y se tira todo porque total eso no vale nada.
No se concede importancia a las cosas de uso diario porque total lo que uno usa es poca cosa, como por ejemplo productos contaminantes, productos tóxicos. Tampoco se tiene en cuenta el comprar más de lo que hace falta, si sobra se tira, total hay abundancia.
Hay cosas pequeñas que desde siempre las percibí como demasiado. Nadie lo tiene en cuenta porque total es pequeño, no se ve o no tiene importancia.
Hoy mi reflexión es sobre el tabaco, especialmente las colillas. Muy pocos fumadores apagan la colilla del cigarrillo quemado, simplemente la tiran y seguirá ardiendo hasta agotarse; los pocos que la apagan igualmente la tiran al suelo de forma automática sin pensar en las consecuencias. Cuando acaban la cajetilla simplemente la arrugan y la tiran al suelo, el plástico de la nueva también va al suelo.
Seguramente ni lo piensan y si lo piensan dirán que es tan poca cosa que no importa. Una colilla con su filtro dura decenios en el medio ambiente antes de degradarse y mientras tanto millones y millones de colillas con sus filtros llenan las calles, el campo, la playa y el fondo del mar. Aproximadamente sesenta toneladas de colillas se tiran al suelo al año en España.
El automatismo de tirar la colilla encendida en la calle se repite en el campo, lo que provoca incendios devastadores ¿Quién piensa en lo que puede provocar esa colilla que se arroja desde la ventanilla de un automóvil?
Y ahora viene lo más olvidado, o ignorado. Un cigarrillo es una de tantas cosas pequeñas que nadie supone sus consecuencias, pero que a la vez no arde un sólo cigarrillo, sino toneladas de cigarrillos en todo el planeta, y eso sí tiene consecuencias. Al año se queman miles de toneladas de cigarrillos, que por muy difuso que sea su humo, siguen siendo miles de toneladas de sustancias químicas que invaden la atmósfera.
En estos momentos el planeta está inundado de basura que quien la arrojó al medio ambiente en su momento ni se planteo las consecuencias.
Los incendios forestales son la plaga del fin del siglo XX y lo que va del XXI, pues la quema de tabaco es un incendio forestal permanente a escala mundial. No exagero, no hace falta hacer muchos cálculos, basta con tener una visión global de la magnitud de la producción y consumo de tabaco.
Las cosas pequeñas y su valor
Las cosas pequeñas tienen un gran valor, todo lo grande está hecho de cosas pequeñas.
De momento la preocupación mayor respecto al tabaco es el efecto sobre la salud del fumador y, tal vez, sobre la salud de los fumadores pasivos, especialmente los niños; sin embargo como se prohíbe fumar en lugares públicos los padres fumadores lo hacen en casa sin medida. De hecho se ha incrementado de forma alarmante el aumento de problemas respiratorios en los menores desde esta normativa.
Gran problema se le presenta a nuestra sociedad; las prohibiciones están mal vistas, pero está claro que los sermones son poco efectivos. Conozco fumadores que para no ver los mensajes de las cajetillas las vacían y las tiran directamente y los cigarrillos los llevan sueltos o en una petaca, o tabaquera. Esto es ojos que no ven.
No sé si el planeta está pidiendo socorro o nos está amenazando; lo que sí sé es que es muy urgente abrir los ojos y prestar atención a las consecuencias de las cosas pequeñas, tener en cuanta la suma y pensar que nuestro gesto se sumará a muchos más gestos semejantes, tanto buenos como malos. Es muy frecuente añadir la coletilla del No pasa nada; pues sí que pasa, claro que pasa, y mucho, aunque no lo veamos.
Mi deseo es que se haga más hincapié en una educación responsable con la vida, es mucho más importante que ser el más destacado, el mejor, el más guapo o el más lo que sea. La supervivencia de la humanidad sólo puede pasar por nuestra responsabilidad con el medio ambiente
Antonia Oco
15 agosto, 2017 — 0:00
Tienes muchísima razón en lo que dices de lo que valen las pequeñas cosas. Pero todo es cuestión de educación. Creo que en los colegios deberían enseñar civilización. Esto es, fomentar la empatía y la generosidad en vez de la competitividad. Debates para fomentar el respeto hacia las opiniones de los demás. Fomentar el respeto a la naturaleza, a los animales en vez de masacrarlos en granjas, cacerías y diversión. Fomentar el razonamiento en vez de la memoria. A quien le importa los nombres de los reyes godos. Yo todavía recuerdo como me los aprendía de carrerilla. Y podría seguir . Pero eso no conviene a los poderes ocultos que son quienes manejan la sociedad. Si dieran una educación de verdad no podrían manejar a las masas. Las masas pensarían, decidirían y se les acabaría el poder. A ellos el medio ambiente les importa poco.
Hinolita
15 agosto, 2017 — 16:57
Hola Antonia. Lo que me comentas es la clave de todo lo que ocurre: la educación. La educación debiera estar enfocada al sujeto como centro, como núcleo de un todo. La realidad es que la educación a lo largo de la historia humana siempre estuvo enfocada a los intereses del clan, la comunidad social, religiosa o militar. El sujeto como tal no tenía valor, su valor era, y es, el del grupo, por lo que la educación estaba dirigida a mantener la coherencia grupal. Para evitar que alguien pensara por sí mismo y quisiera ser libre se usó siempre la coacción psicológica por el miedo. Y esto sigue ocurriendo. Como el infierno ya no asusta y el cielo tampoco tiene interés, ahora se usa el miedo a las enfermedades, al hambre, a las carencias en general y para eso se coacciona al consumo desaforado para que la gente se crea feliz con lo que tiene. Sin duda que la efectividad es mayor porque es más difícil la rebelión, nadie se va a rebelar en contra del consumo o la creencia de que todo se lo va a resolver Papá Estado o Mamá Ciencia. Todos felices. La movida de la Nueva Era es también el conseguir la felicidad por encima de todo. Ahora no piden a los estudiantes que se aprendan la lista de los reyes godos, por ejemplo, basta con que cumplan otros requisitos y se les pasa incluso si no saben expresarse con coherencia y escribir correctamente. Si el que lee no entiende lo que el otro escribió, peor par él. En fin, no hemos avanzado nada. Lo poderes ocultos siguen dominando las masas y las masas adormecidas con sus juguetes modernos. Seguiremos tratando de mantenernos libres de pensamiento, aunque materialmente haya cadenas que nos opriman, pero al menos no diremos que no lo sabíamos y no diremos que no hicimos nada para mantenerlos libres dentro de lo que nos permitían hacer.
Un placer saber que estás ahí. Un abrazo
Sabina
15 agosto, 2017 — 6:49
En el momento actual se valoran los grandes resultados, los detalles pasan desapercibidos, me estoy refiriendo al trabajo, a las empresas, en especial y lo paradójico del tema es que las pequeñas cosas, el detalle de una sonrisa, un saludo, que se tenga en cuenta la individualidad de cada uno es lo que hace que las personas se sientan bien en el trabajo y todo lo que conlleva eso. Y en la vida cotidiana, qué nos hace disfrutar? Qué nos hace que estemos agusto con un amigo, con una pareja?…Son pequeñas cosas, disfrutar de una conversación, de un paseo, lo mismo qué nos cabrea? …Pequeñas cosas.
Bueno me he cambiado de unas pequeñas cosas a otras, por comentar otra pequeña cosa que me ha sugerido el post, el uso del papel de aluminio, ese pequeño gesto diario de envolver el bocadillo con un generoso trozo de papel de aluminio y que decir cuando lo que envolvemos es una manzana, que ya tiene piel. Cuantos años necesita el planeta para deshacerse de todo este aluminio, que muchas veces va al contenedor de restos?
Sí, totalmente de acuerdo, Hinolita, dediquemos los esfuerzos en enseñar a los nuevos habitantes del planeta en valorar los pequeños gestos, los pequeños detalles que conformar las grandes causas. Enseñemos a cuidar el medio ambiente y enseñemos a tener pequeños detalles con sus compañeros.
Hinolita
15 agosto, 2017 — 11:20
Hola Sabi, gracias por comentar. Esta es la intención de mi blog, el compartir ideas y abrirnos a las reflexiones, pasar de una cosa a otra porque al final todo está encadenado, nuestra rutina diaria está llena de gestos que se repiten en diferentes áreas. El día a día y la vida están hechas de pequeños gestos.
Es cierto lo que dices, se valoran los grandes logros, los grandes proyectos aunque sean utópicos, pero todo tiene que ser grande, espectacular, faraónico. Grandes esfuerzos para cosas que sólo llegan a unos pocos. Ante estos comportamientos surgen muchas más preguntas tales como ¿qué es lo que le pasa por la cabeza a las personas para perder de vista la realidad cotidiana? ¿por qué esa necesidad de consumir sin ton ni son? ¿por qué esa necesidad de reconocimiento, de protagonismo? Antes achacábamos a la incultura el que la gente se dejara dominar por el miedo y por las mentiras, pero hoy ya no hay analfabetos y la sociedad sigue obedeciendo consignas que no conducen a nada. ¿Dónde está la capacidad de análisis, el sentido crítico?
Tomo como ejemplo lo del papel de aluminio para envolver la manzana, ¿para que hay que envolver la manzana si ya tiene piel?
Podríamos seguir analizando el comportamiento automático de la sociedad y no pararíamos. El punto de inflexión está en una educación cívica de respeto personal y al prójimo, respeto en definitiva por la vida. Sólo hay una vida, no es la vida humana, es la vida del planeta que es el que nos alimenta y sostiene, es la vida vegetal que cubre el planeta y nos nutre y es la vida animal que participa en el equilibrio total. Nosotros sólo somos una pieza más en este puzzle.
Pilar Oneca Otaegui
15 agosto, 2017 — 9:01
Conforme voy leyendo tu artículo fumo un cigarrillo tras otro. ¡Ay Lita! No es tan fácil dejarlo y en esta tesitura si mi posible futuro enfisema que ocurrirá en mis pulmones, no me frena ¿cómo me va a frenar algo tan grande como el planeta?
Hinolita
15 agosto, 2017 — 16:14
Querida Pili, te comprendo perfectamente aunque no comparto tu postura. Sin duda que si la idea de un posible enfisema no te hace pensar en tu bienestar, por supuesto que el bienestar del planeta y de tus descendientes ni te lo planteas. Yo no pretendo cambiar el mundo, sé que la mayoría ni me escucha ni le inquieta lo que diga; si alguien no se lo planteó pero se da cuenta de la influencia que tiene como miembro de la comunidad y adopta un cambio eso ya es una labor. Mi máxima es Tú y yo seamos buenos y habrá dos pícaros menos. La omisión también es un error de conducta y el que sabiendo no comparte lo que sabe no sabe nada.
Digo que te comprendo porque sé que un mal hábito no es fácil de cambiar. Cualquier hábito destructivo está anclado en lo más profundo de nuestro subconsciente, marcado a fuego y encerrado en una serie de condicionantes emocionales difíciles de descifrar, pero no imposibles, y eso ya es un capítulo aparte, aunque el ser humano dotado de inteligencia se le supone capacidad como para velar por su vida y percibir las consecuencias más allá del momento presente. Pero como digo, eso ya es otra historia.
Te agradezco el tiempo que has dedicado a leer mis divagaciones y en comentarlas. Espero poder aportar algo a la comunidad. Un abrazo
Antonio
15 agosto, 2017 — 17:09
Tienes toda la razón del mundo.
Ánimo con tu blog.
Hinolita
15 agosto, 2017 — 17:50
Gracias, Antonio.
M.Jose
18 agosto, 2017 — 20:23
La grandeza de lo pequeño, de los detalles, de cosas y hechos aparentemente insignificantes, pero que nos llenan hasta el infinito. Eso es lo importante